domingo, 20 de octubre de 2013

El velatorio



Cuando murió el tío Pedro, que según  comentaban los vecinos, apareció muerto en la cama de Carmina, una vecina soltera del pueblo, tenía yo nueve años. Lo velábamos en su casa de la aldea. Era mi primer velatorio y lo pasé bien, al poco de llegar rezaron el rosario, yo no, luego a eso de las doce de la noche, la tía María, la mujer del tío Pedro, acercándose a la caja del muerto que estaba destapada dijo: Está muy guapo, como si estuviera dormido.

Después repartió copas y las llenó de orujo, a mi me dieron de anís, también comimos manzanas. El calor de las primeras copas de orujo, hizo que todos comenzaran a hablar y a contar chistes, al tiempo que el líquido de la botella bajaba cada vez más, tuvieron que abrir otras dos.


Los hombres, cuando la tía María no estaba presente, contaban chistes de Pedro y de Carmina, que vaya muerte más feliz encima de su amante. Se reían todos mucho, aquello parecía una romería, yo viendo tanto jaleo y tantas risas, me acerqué a la caja del muerto y vaya desengaño, el único que no se reía era… el tío Pedro.

José Ramón López Goyos
(Justas Literarias 2012)

viernes, 18 de octubre de 2013

Vampiro literario


Las doce de la noche. La luna estaba oculta tras nubes espesas y entonces la oscuridad aterraba. El vampiro abandonó su féretro en busca de victimas que le proporcionaran alimento. Se puso su capa negra y avanzó hacia la biblioteca del gran castillo amurallado. Sus pies apenas tocaban el suelo, casi flotaba. Mostrando los colmillos marfilíneos y agudos parecía sonreír. Era un espectáculo macabro que pocos hubieran resistido. Sus ojos rojizos brillaban en la noche y lo conducían hacia sus objetivos.
Ascendió las escaleras del castillo que conducían a la biblioteca, ligero sin hacer ruido; abrió la puerta aún con la  resistencia de los goznes, buscó… la D… Dickens, ¡aquí está! Y de postre… La Dama de las Camelias; algo hay en su tos sanguinolenta que me atrapa.
Una niña rubia, pálida, con grandes ojeras esperaba a la puerta, se acercó a él, sonrió con unos colmillos que más parecían de lince, bajó el camisón dejando libre el cuello, que le ofreció :” bebe, estás desnutriéndote con tanta lectura”.
 
 Ana Trelles   
(Justas Literarias 2012)

Haikus Justas Literarias 2012



Tan frágil como
ala de mariposa
nuestra vida.

Caen las hojas
tintinea el viento
en los cristales.

Calles alegres
niños bulliciosos
van al colegio.

Viento tibio
finales de verano
es septiembre.

Sabor amargo
las hojas verdes del té
en la mañana.

Gota de lluvia
rueda por tu mejilla
como lágrima.

Soñarte siempre
despertar, no sentirte
cada mañana.

Soy abogado
de las causas perdidas
de sueños rotos.

Tú ya no estás
qué distinto color de
las orquídeas.

El rompeolas
de ausentes deseos:
la poesía.

Ana Trelles   (Octubre 2012)

domingo, 26 de mayo de 2013

La llamada

Sin saber por qué ni cómo, tras toda una vida de libertad, siguiendo una llamada interior, un buen día inició el camino de regreso. Algunas veces la intuyó, pero nunca le había hecho caso. Aquella vez fue tan imperiosa que no pudo sustraerse.
Recorrió kilómetros y kilómetros atravesando todo tipo de obstáculos. Llegó al que era su irrenunciable lugar. Por fin frente a él tenía su ansiado río.
Sus raíces lo saludaron dándole la bienvenida.
¡Estaba allí, saltando nuevamente entre las piedras de su infancia! Con la mirada de adulto reconocía los profundos remansos, cada recoveco del río, las cascadas con el cantarín sonido que lo meció en la primera etapa de su vida, los desniveles con los añorados rápidos entre los que tanto jugó saltando arriba y abajo, cada piedra, cada árbol…, la tonalidad ambiental, el sabor del agua.
De repente, no supo qué le ocurría: algo lo llevaba, lo arrastraba contra su voluntad; y él, que tenía el destino grabado en cada célula de su cuerpo, en su color, en su brillante piel, pugnando por sobrevivir, comprendió que estaba llamado a ser importante. Rompería con su irremediable sino de acabar sus días en el primer tramo del río, finalizaría luchando de forma valiente, igual que había vivido. Luchó… luchó…
—Sí, seré el Campanu de este año.

Cuando lo decidió, se dejó vencer.

Mara A. Loredo

miércoles, 23 de enero de 2013

El no amor


—No me quieras tanto que me ahogas —se quejaba Laura, harta de la presión.
—Te quiero tanto que me duele. Estoy loco por ti —se justificaba Luis.

No entendía nada. Le enviaba flores, la llamaba cada dos minutos. Desde el principio se preocupó por ella. Sabía qué hacía, con quién salía, todo, porque el siempre supo lo que a ella le hubiera venido mejor, porque la amaba sinceramente.

Laura le llamaba machista y controlador. El ignoró sus palabras, ¿cómo podía ser tan desagradecida? Si hasta la había alejado de esos amigos inoportunos, de esa familia tan envidiosa que la había aconsejado que lo dejara, por un golpe de nada. Había sido un accidente.
 
—Tú no me quieres, tú me matas, me anulas —seguía diciendo ella, pegada a la puerta de la calle.
 
Un disparo sonó en la noche silenciosa, las cuatro de la madrugada. Una sirena de policía se oyó a lo lejos. El no amor mata.

Marta Nicolás Rodríguez
Publicado en el diario El Heraldo del Henares (5-1-2013)