—No me quieras tanto que me ahogas —se quejaba Laura, harta
de la presión.
—Te quiero tanto que me duele. Estoy loco por ti —se
justificaba Luis.
No entendía nada. Le enviaba flores, la llamaba cada dos
minutos. Desde el principio se preocupó por ella. Sabía qué hacía, con quién
salía, todo, porque el siempre supo lo que a ella le hubiera venido mejor,
porque la amaba sinceramente.
Laura le llamaba machista y controlador. El ignoró sus
palabras, ¿cómo podía ser tan desagradecida? Si hasta la había alejado de esos
amigos inoportunos, de esa familia tan envidiosa que la había aconsejado que lo
dejara, por un golpe de nada. Había sido un accidente.
—Tú no me quieres, tú me matas, me anulas —seguía diciendo ella, pegada a la puerta de la calle.
Un disparo sonó en la noche silenciosa, las cuatro de la madrugada. Una sirena de policía se oyó a lo lejos. El no amor mata.
—Tú no me quieres, tú me matas, me anulas —seguía diciendo ella, pegada a la puerta de la calle.
Un disparo sonó en la noche silenciosa, las cuatro de la madrugada. Una sirena de policía se oyó a lo lejos. El no amor mata.
Marta Nicolás Rodríguez
Publicado en el diario El Heraldo del Henares (5-1-2013)