martes, 7 de febrero de 2012

Amanece en Bratislava


El tren iba ligero, como una pluma al viento,

buscando su camino de plata entre las sombras.
La ilusión del viajero dormía en las literas,
reposaban los cuerpos rotos por el cansancio,
y yo, desde el pasillo, adelantando el tiempo,
como un ave nocturna a la luna miraba,
quizá en algún lugar, tú también la mirases.
 
Poco a poco en el cielo
el milagro diario comenzó a realizarse, 
más rápido que nunca,
el sol majestuoso acortaba distancias
con el azul planeta,
como si dos amantes, a la cita
acudieran, después de mucho tiempo
sin poder olvidarse.
 
Y sentí tanta envidia en aquel gran instante...
que quise ser la Tierra y poder abrazarte,
sobre las grandes cúpulas y las altas agujas,
a través del Danubio y los barcos mercantes,
y envolverme contigo como te envuelve el aire.

 
Carmen Agún González

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