jueves, 14 de abril de 2011

11-M - Tren de cercanías

Hacía varios meses que todas las mañanas nos encontrábamos en el mismo lugar y a la misma hora. Nos mirábamos en silencio pero ninguno daba el paso que nos gustaría. Luego cada uno ocupaba su lugar en el tren, con miradas furtivas se nos pasaba el viaje. Nos separaban tres hileras de asientos, siempre tres. Sentados en el mismo lugar y frente a frente.
Ayer era el día señalado; cumplía dieciocho años, y quería tener esa edad para decirte lo mucho que me gustabas. Yo creo que ya lo sabías, por eso sonreías burlona cuando me descubrías atontado mirando tus largas piernas, que constantemente cambiabas de posición. Por eso vestías esas camisas transparentes que mostraban tus encantos en un continuo eclipse de sol, donde tus pechos eran las más maravillosas partículas del universo que me alegraban cada mañana.
Todo eso lo sabias tú, estoy seguro de que más de una vez me llamaste cobarde por comerte con los ojos y no decirte nada. ¡Que le vamos hacer!
Pero ayer lo tenía decidido: sería mi gran día me arriesgaba a recibir un “no” como respuesta, pero merecía la pena intentarlo. Basta ya de mirar. ¡Tengo dieciocho años ya soy un hombre! Por cierto tengo una duda. ¿Por qué nos miráis las mujeres a los hombres? ¿Qué os gusta de nosotros?
Yo te miro y, ¿sabes?  De ti me gusta todo. Tu cara, tu lunar junto ala boca, (por eso te llamo Cindy) Tus caderas, tus ojos, todo.
Como te digo ayer iba a por ti, estoy seguro de que me esperabas, apostaría a que me encontraste más decidido que de costumbre. Al menos yo me sentía así.
En mi asiento de todos los días separado del tuyo por esas tres míticas hileras, yo cerraba los ojos y te imaginaba a mi lado, miraba tu cuerpo a través de tu camisa y con dedos temblorosos de principiante te la desabrochaba. Un botón, otro botón.
Abro los ojos y te veo en tu lugar de siempre, me sonríes, te devuelvo la mirada y pienso.
Está decidido contaré hasta tres y me acercaré a tu lado, te miraré a los ojos y te pediré que seas  mi novia. Que te cases conmigo. Uno...dos...

¡¡BOOOMM!!  ¡¡BOOOMM!!
De golpe el universo se estrelló contra el suelo aplastándolo todo. El tren voló por los aires y la sangre como una lluvia infernal cae sobre nosotros.
Cuando puedo abrir los ojos tu ya no estás ahí, ¿dónde está el asiento de la tercera fila? Arde todo, se oyen gritos, llantos. Hay un fuerte olor a carne quemada. La muerte flota en el aire y tú ya no estás, ¿que fue de ti?
Estoy herido pero consciente, tengo sobre mi cabeza asientos y chapas del tren, hierros retorcidos. A mi lado una mano y unos pies sin dueño.
Puedo moverme y miró al exterior. Desde esta jaula de muerte te veo, estás inmóvil en medio de las vías. ¡Dios mío tus piernas! ¿Dónde están, que te han hecho?
No puede ser, no puede ser, ¡si hace un minuto estabas ahí sonriéndome! Miro tu cara, la sangre lo baña todo y se mete en tu boca. Tu cuerpo es como un muñeco de trapo roto. ¡Dios mío, te han matado! ¡Me han matado! Nos mataron la vida y la ilusión, mataron a los muertos y a los que estamos vivos.
Ayer unas manos asesinas vistieron de luto el sol. Ayer alguien me trajo a este hospital pero no sé nada de ti.
Nunca podré decirte que te quería, que era feliz sólo con verte. Cierro los ojos y me pregunto: ¿Adónde te llevarían a ti? ¿Adónde te llevarían?
Ayer cumplí dieciocho años, y he muerto. Ayer, ayer, que alguien lo quite del calendario.

Pido un calmante: Enfermera, mejor un frasco completo, no se preocupe si me muero, ya estoy muerto. Me lo tomaré completo; luego, mientras mi cuerpo se sumerge en el sueño pensaré en ti. En tus ojos, en tu cara, y te desabrocharé la camisa.
Un botón, otro botón, otro -bo-tón.

José Ramón López Goyos
(Accésit en Grandas de Salime -Asturias-, Mayo de 2007)

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