Solo,
en la barra de un bar
sin
nombre, con ecos de guitarra,
vuelvo
a recordar
mi
bajada al infierno del hospital
donde
yacías dormida,
despojada
ya de tu ropa
con
olor a campo,
lánguidas
las manos de alabastro
y
la voz callada para siempre.
Luego
más noches,
más
bares,
más
recuerdos,
y
tú, mi Eurídice, susurrándome
que
camine, que no mire atrás.
Pero
quiero quedarme.
Y
noche tras noche,
ciego
a tu mensaje,
tañer
la lira
de
la melancolía...
Marisa
García
Publicado en la Revista Prímula (Junio 2012)
Publicado en la Revista Prímula (Junio 2012)
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